Blogia

La Cantera (Santa Fe)

La dictadura militar instaurada en 1976 provocó una desindustrialización restitutiva de importaciones - Jorge Fonseca

La clase dirigente en Argentina parece capaz de transmutar la materia, sólo que en sentido inverso al que pretendían los antiguos alquimistas: en vez de descubrir el elixir de la vida o la piedra filosofal que convierta en oro metales pobres, corroen la vitalidad de una sociedad, convierten riquezas en miseria y a un país que fue quimera de millones de emigrantes europeos en otro en ruinas que empuja a su gente a emigrar.

Durante la primera mitad del siglo veinte Argentina estaba entre los diez países de mayor renta per cápita. Hacia 1950 igualaba la de Alemania, Francia o Canadá y doblaba la de España. El tamaño de su economía (PIB) equivalía al de Canadá o Brasil y era 30% mayor que el de España. En 1998, su renta per cápita era la mitad de la de Alemania, Francia o Canadá y apenas dos tercios de la de España. El tamaño de su economía, un tercio del de Brasil, la mitad del de Canadá y 60% del de España. Esta involución no puede explicarse por aspectos que más que causa son consecuencia de los verdaderos males. Es el caso de la corrupción que deriva de un marco institucional y un proceso de privatizaciones que, como reconoce el Banco Mundial, la propicia. Pero no explica el derrumbe económico, pues países como Italia han tenido un formidable crecimiento a pesar de ella. Tampoco la supuesta singularidad política de Argentina, pues las oscilaciones entre populismo y liberalismo, dictaduras incluidas, se dieron coincidiendo con tendencias mundiales. El dogma neoliberal atribuye el problema al gasto público, pero éste supone 13% del PIB, menos de un tercio que en países industriales. El sistema de Convertibilidad, tal como advertimos desde su inicio, fue nefasto, porque sobrevaloraba el peso subsidiando las importaciones, pero sólo agravó problemas preexistentes.

El gran retroceso de Argentina lo provocó la última dictadura militar, que, entre 1976 y 1983, arruinó la industria, reinstaurando el modelo primario exportador impuesto a finales del siglo XIX por la oligarquía triunfante en las guerras civiles posteriores a la independencia, que, a pesar de su carácter oligárquico, introdujo la modernidad en Argentina y fue exitoso mientras las condiciones internacionales eran favorables y la población escasa.

Entre 1870 y 1913 triplicó la renta per cápita, pero este éxito se apoyaba internamente en fuerte desigualdad social (2% de la población percibía 20% del ingreso), alta concentración de la propiedad y en un sistema político corrupto y violentamente represivo. Externamente se beneficiaba del boom de demanda europea de alimentos y materias primas, que permitió multiplicar exportaciones agropecuarias gracias a la extrema fertilidad de su mítica pampa y al aumento de precios agropecuarios. Los países industriales europeos necesitaban mercados para manufacturas y capitales, que invertían en infraestructuras y rentables préstamos al Estado. Así se forjó una asociación de las élites nativa y europea basada en la complementariedad de intereses, pues las divisas de exportación permitían importar bienes industriales, pagar préstamos, repatriar beneficios y acumular en el exterior. Esa división del trabajo no dejaba lugar para una amplia industria, salvo la agroalimentaria vinculada a los terratenientes.

La industria emergió cuando la crisis que derivó en la Primera Guerra Mundial redujo el comercio mundial a la mitad, obligó a producir lo que no se podía importar y propició el despegue industrial basado en la sustitución de importaciones, que, forzada por las circunstancias, se aceleró a partir de la crisis de 1929. La reapertura del mercado mundial en los cincuenta agudizó el conflicto entre industria y oligarquía agroexportadora, pero en los años sesenta y setenta la industrialización se aceleró y se hizo más compleja, aunque concentrada en pocas ramas dominadas por transnacionales que monopolizaban el mercado interior, mientras monopolios locales controlaban las exportaciones agroindustriales.

El crecimiento económico argentino durante 1914-74 superó al de EE UU, aunque, como la población argentina creció el doble, la brecha per cápita aumentó. En esas décadas de conflictivas y variadas condiciones políticas, la industria, deformada y tecnológicamente dependiente, creció desde el 11% al 30% del PIB, generando creciente empleo y prosperidad social, que a principios de los setenta alcanzó su máximo, dando lugar a esa amplia 'clase media' que caracterizó a Argentina y al auge de la educación, las ciencias (tres Premios Nobel), la cultura y la participación social. La pobreza se redujo al 9% y la desigualdad del ingreso entre el 10% más rico y el 10% más pobre era de once veces, diferencia menor que la existente en EE UU o Francia.

La dictadura militar instaurada en 1976, en vez de modernizar la industria, hizo tabla rasa con ella, mediante la sobrevaluación monetaria, que provocó una desindustrialización restitutiva de importaciones, convirtiendo a Argentina en paradigma de la globalización. En ocho años de neoliberalismo y terrorismo de Estado -que dejó 30.000 desaparecidos y decenas de miles de expatriados-, la industria se redujo al 22% del PIB, quebrando el complejo metal y electromecánico, el más dinámico y generador de empleo. En consecuencia, éste cayó un 20%; los salarios en el ingreso nacional, un 25%, y la renta por habitante, un 15%. Con el apoyo del FMI, estatizó deuda externa privada, sextuplicando la pública, que alcanzó 45.000 millones de dólares, lo que, sumado a masivos subsidios a monopolios, provocó déficit público.

Deuda externa y déficit fiscal condicionan las finanzas públicas desde entonces, pues para financiarlos deben atraer capitales mediante elevados tipos de interés o privatización de servicios públicos monopólicos -en países desarrollados se invierte en industria manufacturera y 'nueva economía'-. También determinan la política económica, pues para conseguir excedentes exportables que generen divisas se aplican medidas depresivas del mercado interior. Esta trampa
financiera, prototípica de la globalización, atenaza a los países subdesarrollados y está en la base del fracaso económico del Gobierno de Raúl Alfonsín. Durante el Gobierno de Carlos Menem, la Convertibilidad eliminó artificialmente la inflación, pero el milagro del equilibrio fiscal se consiguió gracias a la brutal reducción de gastos sociales y al ingreso de 40.000 millones de dólares por privatización de empresas públicas, según condiciones impuestas por el FMI y la banca acreedora. Aunque aumentó el consumo, la sobrevaluación del peso redujo la productividad, transformando el superávit en déficit comercial, que se sumó al déficit fiscal provocado por la deuda y la pérdida de ingresos de los organismos privatizados a la vez que se agotaron las entidades a privatizar.

El doble déficit multiplicó la deuda externa, generando un círculo infernal de ajuste-contracción-ajuste, que llevó la economía a la recesión y forzó el abandono de la Convertibilidad, con un brutal impacto social. En una década, el desempleo pasó del 7% (15% incluyendo subocupados) al 18,3% (34,6% con subocupados); esto implica que de un millón y medio de trabajadores parcial o totalmente desempleados se pasó a cinco millones, que llegarían a siete millones por la hecatombe actual, mientras sólo otros siete de treinta y siete millones de habitantes estarían plenamente ocupados, con salarios paupérrimos. No sorprende que la pobreza afecte a casi el 50% de la población, ni que la sanidad y la educación estén en ruinas o la desigualdad registre valores inéditos (la diferencia entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 26 veces).Veintincinco años de desindustrialización, reforzando el papel de Argentina como exportador de productos primarios y agroindustriales de escaso valor y menor capacidad de crear empleo, que suponen un rotundo fracaso del neoliberalismo, generaron sólo la mitad de crecimiento relativo que EE UU, redujeron la renta per cápita al nivel de 1974 y quintuplicaron la pobreza.

El problema de Argentina, en suma, es de proyecto social, pues el elitista vigente es inviable para un país de treinta y siete millones de habitantes, porque excluye al grueso de la población. La experiencia histórica de los países desarrollados y de Argentina muestra que el bienestar está asociado a la industrialización, que siempre se consiguió mediante regulación pública, estableciendo un marco institucional propicio, donde las inversiones productivas se rentabilizan combinando mercado interior y exterior.

La grave situación no se resolverá simplemente con devaluación, eliminación del corralito, medidas asistencialistas y protección de monopolios y terratenientes, responsables de la descomposición argentina. Es necesario reformar profundamente el sistema de regulación económica, política y social del país, para encauzarlo hacia el desarrollo truncado, rompiendo la aparente maldición de la pampa, que hace que la inmensa riqueza natural, que debería ser beneficiosa, se convierta en fuente de maleficio. Es imperioso reformar radicalmente el sistema fiscal, 'insostenible' y 'resultado de una colusión política', de los sectores dominantes, según estudios del Banco Mundial. Para elevar la eficiencia del sector público, corregir la insultante desigualdad y dotar al Estado de capacidad de regulación, hay que reorientar el gasto y aumentar ingresos impositivos, eliminando la evasión, privilegios y amnistías y aumentando la progresividad del sistema.

Durante el último medio siglo los impuestos representaron 20% del PIB argentino, frente al 33% en los países industrializados. El impuesto progresivo sobre beneficios sólo aportó de siete a diez por ciento del total, frente al 40% en países industrializados. La reforma de tan injusto e ineficiente sistema es imprescindible para que el sector público ejerza funciones regulatorias básicas, como en países avanzados, desarrollando infraestructuras, sistemas educativo, sanitario, judicial, financiero y de bienestar social eficaces, propios de una sociedad moderna y justa, además de propiciar la innovación, generar un desarrollo equilibrado de sectores productivos y regiones, en un contexto de integración regional a partir del Mercosur.

En síntesis, se requiere un amplio programa de corto y largo plazo que, sin populismo y sin soslayar la globalización, rechace como inevitable políticas que empujan a una sociedad entera a la desintegración y acometa el reto de una transformación progresista, partiendo de un nuevo contrato social que establezca un marco institucional que permita construir una sociedad con futuro. Esto exige la activa participación ciudadana y que los sectores que se benefician del antiguo modelo -y también el FMI- asuman que la situación del mismo es terminal y que si no aceptan un profundo cambio serán arrastrados con él. Quizás esto equivalga a descubrir una auténtica piedra filosofal.

[Jorge Fonseca es profesor de Economía Internacional en la Facultad de CC Económicas y EE de la Universidad Complutense de Madrid. Este artículo fue publicado en el Diario El País, Madrid, España, 08-feb-02]

La Argentina en el túnel del tiempo - Adolfo Pérez Esquivel

Hay afirmaciones científicas y místicas que afirman que, el tiempo es el "presente continuo", el pasado y el futuro son partes de la misma cosa.
Chuang Tzu en su poema "La Perla perdida" dice: El Emperador Amarillo fue a la montaña de Kwan Lun y miró a su alrededor desde el borde del mundo. Camino a su casa perdió su perla color de la noche. Mandó a la Ciencia a buscar su perla, y no consiguió nada. Mandó al Análisis a buscar su perla, y no consiguió nada. Mandó a la Lógica a buscar su perla, y no consiguió nada. Entonces preguntó a la Nada, ¡y la Nada la tenía!
El Emperador Amarillo dijo: "¡ Es en verdad extraño: La Nada, que no fue mandada, no trabajó para encontrarla, y tenía la perla color de la noche!"
En la Argentina, el gobierno, los economistas, los ahorristas y los políticos, están buscando aquello que se perdió y no saben dónde encontrarlo; buscan en los lugares más insólitos y la angustia y desesperación los invade.
Sectores de la clase media tratan de explicar lo inexplicable y añoran el estado de bonanza perdido, dónde el 1 a 1 les permitía sentirse parte del llamado "primer mundo"; se perdió la fantasía de ser lo que no se es, y cuesta reconocer que se acabó la fiesta. En su desconcierto recurren a la Lógica, al Análisis y a la Ciencia, y la respuesta es Nada, que a la vez es todo. Lo que era dejó de ser, desaparecieron el trabajo hoy los índices de desempleo alcanzan al 25%; desapareció el derecho a la salud y la educación, a los jubilados solo queda la Nada; así con mayúscula. El sabio decía que: " el árbol inmenso nació de una semilla". "Un viaje de mil millas comenzó con un paso".
El pueblo argentino debe rehacer los pasos y comenzar nuevamente, sin perder la sonrisa y el humor frente a las adversidades; caso contrario terminarán en el sillón de los siquiatras y sicólogos y tomando antidepresivos para paliar la angustia existencial, económica y emocional. Muchos argentinos tienen una larga historia en el sillón del psicoanálisis.
Es necesario aprender que encontrar lo perdido es encontrarse consigo mismo, no encontrarlo es no saber ver lo que está frente a si. Otros sectores de afectados por el "corralito bancario", tuvieron la virtud de reaccionar y asumir la resistencia al saqueo de sus ahorros y recurrieron a los "cacerolazos", como protesta, frente a la rapiña y la voracidad de los capitales especulativos que se fugaron del país, amparados por el sistema financiero y la complicidad de funcionarios corruptos.
El país vive un sistema perverso, que a todo le ponen precio y valor a nada. Los hambrientos corren dónde hay comida, a los supermercados y han realizado saqueos para alimentar a sus familias, algo insólito en el país de los alimentos. Otros, los menos han aprovechado la situación no para comer, sino para provocar la violencia y destruir todo a su paso, son grupos organizados; se señala que hay sectores infiltrados de los militares carapintadas , que buscan desestabilizar al gobierno.
Los bancos amenazan con irse del país, después de saquearlo y no asumen su responsabilidad frente a los ahorristas; los que deben soportar las medidas del gobierno que impone el "corralito" y el estado de indefensión jurídica. La Argentina se encuentra en el túnel del tiempo, buscando en el pasado, aquello que no está y pensando en un futuro incierto, sin ver el presente y comprender que lo que hoy se siembra es lo que se recoge. Desde la dictadura militar hasta el presente el país retrocedió mas de cuatro décadas y recuperar el camino y el tiempo perdido requiere de coraje y capacidad, como de la participación social.
Los centros financieros del poder, vienen devorando como aves de rapiña los recursos del pueblo, amparados por las sombras de la impunidad, y son los que pueden provocar un golpe de mercado y derrocar gobiernos, tienen el poder económico en las manos y lo han ejercido contra Alfonsín y de la Rua, como lo hicieron en el Ecuador y puede tener efectos devastadores en otros países de América Latina.
Pocas voces se han alzado para denunciar la perversión de las políticas neoliberales, como sus consecuencias sobre grandes sectores sociales atrapados en el "corralito del hambre, la exclusión social y la pobreza", sin posibilidad de salir del empobrecimiento y la caída de la clase media, que no fue al "paraíso", sino a la antesala del infierno y que luchan por sobrevivir, transformadas para el sistema en "no-personas", que excluye e ignora.
La resistencia social frente a grave crisis está aumentando; la respuesta de los gobiernos que se sucedieron fue la represión o el asistencialismo, y no el desarrollo del país.
...
El FMI tiene una gran responsabilidad de lo ocurrido en la Argentina, al imponer políticas que han privilegiado los intereses de la deuda externa y los grandes intereses financieros, exigiendo a los gobiernos mas ajustes sobre ajustes, sin interesarles el alto costo humano que debe pagar el pueblo. La política que aplican está llevando a la pérdida de las soberanías nacionales y a una mayor dependencia.
Ahora afirman que, sin sacrificios no hay soluciones; debieran preguntarles quien debe hacer los sacrificios. La Argentina ya viene siendo sacrificada desde hace muchos años por la voracidad del dios Molok. Enfrentar la situación no puede ser con meros paliativos, el gobierno debe investigar a los responsables de llevar al país a la actual situación y llevarlos ante la justicia por ejercer, el "terrorismo económico", las medidas deben ser rápidas y efectivas, de eso depende la credibilidad en el gobierno y sus instituciones, los delitos no pueden quedar en la impunidad.
La confianza de los ahorristas en el sistema bancario es prácticamente cero; los considera responsables de maniobras fraudulentas. Dos jueces han ordenado allanamientos a bancos y empresas de valores, a fin de determinar las responsabilidades de la fuga de capitales.
Hay que estar alerta al proceso actual y la especulación financiera, si la cotización pesos- dólar se dispara y la inflación se vuelve incontrolable, el gobierno se verá ante la posibilidad de dolarizar y eso generará el caos y una situación perjudicial e imprevisible para el país.
Las grandes privatizadas buscan asegurar sus ganancias en dólares y presionan para lograrlo. Uno de los voceros de aplicar las medidas para dolarizar , es el ex presidente Carlos Menem, en gran parte de llevar al país a la actual situación económica y social.
...

Otros frentes de batalla deben ser libradas con firmeza, la prioridad es la lucha contra la pobreza. Los Planes Trabajar no resuelven el problema de fondo, son paliativos asistencialistas. Es urgente reactivar la capacidad productiva, tanto industrial como agropecuaria. Generar fuentes de trabajo que permitan potenciar el mercado interno hoy paralizado sin que los productores sepan que hacer.
Nadie en la Argentina ignora que muchas provincias son feudos medioevales y no responden a políticas acordadas a nivel nacional; el despilfarro y la falta de políticas sociales y de desarrollo, como la corrupción, son factores que impiden el desarrollo integral del país. El gobierno debe tener políticas claras y decididas, no puede continuar aplicando paliativos; se está frente a un paciente en terapia intensiva y muy cerca del quirófano, no es con aspirinas como se recuperará.
La Deuda Externa es uno de los grandes problemas que ha condicionado el desarrollo del país; los recursos se fueron en gran arte y bajo la imposición del FMI y del gobierno de los EE:UU. para la transferencias de capitales en pago de los intereses de la deuda. No basta que el presidente Duhalde diga que no se pagará los intereses de la deuda externa porque no hay recursos. El FMI sabe que en la actual situación es imposible pagar los intereses, pero espera obtener beneficios de la situación actual y postergará el cobro de la misma, pero continuarán con la misma perversión que los ha caracterizado y el aumento de los intereses, como las exigencias cada vez mayor al país.
Es necesario clarificar lo legítimo de lo ilegítimo de la Deuda Externa; se han presentado propuestas que permitan resolver el problema de fondo, entre las medidas es necesario recurrir a la Corte Internacional de la Haya, y efectuar un "Pedido Consultivo sobre la ilegitimidad de la Deuda Externa." Hace ... años, el juez Ballesteros envió al Parlamento las actuaciones y la resolución de la causa sobre la Deuda Externa, iniciada por el Dr. Alejandro Olmos, para que se investiguen las irregularidades de la misma. Los legisladores todo lo que hicieron fue cajonearla y olvidarla, a pesar de la insistencia de diversos sectores sociales para que se investigue y determine lo legítimo de lo ilegítimo.
Las complicidades son muchas y se ocultar al pueblo la situación real. Otro de los hechos que puedan garantizar la participación del pueblo, es reglamentar La Consulta Popular, que es parte de la reforma Constitucional del año 1994 y que hasta la fecha los legisladores se niegan a hacerlo. El Frente Nacional contra la pobreza, tuvo que recurrir a una consulta popular con mas de 3 millones de votos, pero al no ser reglamentada tiene un efecto moral y no legal.
Si el gobierno no tiene el coraje y la firmeza de poner límites a la impunidad y establecer medidas claras de convivencia y reglas de juego basado en la responsabilidad ética, está condenado al fracaso. Hasta ahora el gobierno viene aplicando paliativos y eso lleva a políticas que son mas de lo mismo. El pueblo no quiere un nuevo fracaso y por eso es necesario apoyar todas las iniciativas que beneficien al pueblo y exigir al gobierno coherencia entre lo que dice y lo que hace. La Ciencia , el Análisis y la Lógica , sirven si se utiliza el sentido común, que es el menos común de los sentidos.

Buenos Aires, 23 enero del 2002.

FICCIONES

"Una ficción es un arbitrario desvío de la realidad.
Lo que la distingue es el expreso reconocimiento de su carácter de tal,
la ausencia de cualquier reclamo de realidad".
Enrique Marí: "La Teoría de las Ficciones",
EUDEBA, Buenos Aires, 2002.

Una jungla de discursos, declaraciones y reyertas de tribuna, efectistas y de pobre contenido conceptual, se desplaza por el escenario público. Enjuiciamientos personales, sin argumentación empírica se desparraman por el escenario nacional como verdades absolutas. Los funcionarios del Gobierno opinan y discuten entre sí, con elogios o diatribas directas, y chisporroteos de conventillo, como si no estuvieran ejerciendo funciones de responsabilidad política. Las voces de la opinión pública aseveran unánimemente que estamos ante una interna en el amplio espectro del justicialismo y sus transversalidades. Es una cruda puja por ocupar espacios influyentes, que se agitan cuando se acerca el tiempo de la confección de listas. No parece que esta sea condición exclusiva del movimiento popular que lleva el nombre de su fundador y único líder hace cincuenta años. Sin embargo, se exacerba debido a la organización vertical del peronismo. La confrontación de ideas y de proyectos están ausentes en el debate interno. Todo el espectro del poder formal o real, se desenvuelve en el plano de la simulación de las realidades profundas de una sociedad desconcertada, y periódicamente ofuscada. Es un mundo de ficciones deliberadas y conscientes, que cumplen el papel de justificar una democracia fetiche sin vitalidad institucional, ni proyecto soberano.

II. LA "GOBERNABILIDAD"

El kirchnerismo, como lo fue el "delarruísmo", es un eufemismo que alude al conjunto de los funcionarios públicos que necesariamente han de estar de acuerdo con el Gobierno en la medida en que desarrollan sus actividades rentadas, ya que de ello depende su permanencia laboral. El kirchnerismo no es ni un partido, ni una corriente ideológica, ni un nuevo movimiento que propugna una nueva forma de hacer política. Hasta ahora sus componentes tenían la alegría de haber alcanzado el poder, y la coherencia de compartir oficinas gubernamentales. Pero cuando no hay proyecto común, ni ideas que los fundamenten, esos sentimientos son provisorios. Allí se juntan quienes están a tiro de decreto; los que ejerciendo responsabilidades de gobiernos municipales o provinciales reciben fondos indispensables del Gobierno Central; y quienes han sido designados por quien igualmente puede echarlos. Ese pelotón quizá no piensa siquiera parecido, y posiblemente sus integrantes no piensan en absoluto sobre los problemas de la Argentina. Sus tácticas se limitan a sus aspiraciones de acceso y permanencia. Una suerte de gran burocracia, sembrada aquí y allá por políticos mediocres y oscuros lobbistas. Se suman a esta comparsa algunos ex seudo revolucionarios despistados, y otros en absoluto ingenuos pero tradicionalmente cooptables por todos los gobiernos.

Esta legión de funcionarios profesionales tiene como único objetivo la autoperpetuación en la administración pública, y por tanto su lenguaje se expresa en términos de dedicación a la “gestión”. Ahora bien, la gestión es un ámbito de actuación que requiere de dos premisas fundamentales: una línea política clara que instaure los valores ideológicos que enarbola el partido de gobierno, y un cuerpo de funcionarios que puedan articular políticas en la órbita de las diferentes esferas estatales. Ni una ni otra condición está presente nítidamente en la argentina post 2001. En efecto, en el ejercicio del poder cotidiano ni Kirchner ordena directrices unívocas de dirección política, ni el batallón de funcionarios heredados de los dos gobiernos anteriores tiene interés alguno en hacerlo. En general, tienen una amplia trayectoria en gimnasia de obsecuencia ante los organismos internacionales, que en última instancia son quienes monitorean los programas del gobierno. Es a estas instituciones a las que la burocracia de alto rango rinde pleitesía preparando el terreno para su reconversión en “consultor internacional”. Para los cuadros medios el desafío futuro inmediato es otro: la "gestión" es considerada como peldaño para figurar en las listas de candidatos electivos.

El principal objetivo de la más alta conducción gubernamental ha sido "construir autoridad", y luego mantenerla como si esto fuera un mérito mayor y no la condición natural de legitimidad del ejercicio soberano en un régimen democrático. El sentido común indicaría que la autoridad no puede ser el fruto de la gestualidad, y sí en cambio el resultado de la legitimidad de origen (algo dudosa en la Argentina de hoy), y su ratificación mediante el buen gobierno de la cosa pública. La política no debiera ser una carrera escalafonada según criterios de adaptabilidad acrítica y, muchas veces, basada en la obsecuencia.

En este cuadro de confusiones se expande como un fantasma el concepto de "gobernabilidad", utilizado generosamente por los columnistas mediáticos y por la propia dirigencia política, sin saber bien, en muchos casos de qué están hablando. Sospechan que un país es "ingobernable" cuando se modifican sustancialmente las condiciones actuales para el ejercicio del poder. Esas condiciones, que hoy son limitantes y restrictivas, en caso de traspasarse, impulsarían un desorden global del statu quo que afectaría la continuidad del gobierno y del propio sistema. Por lo tanto la gobernabilidad significa hacer posible gobernar lo que ya está.

III LA "REALIDAD"

Y lo que ya está es la "realidad", que mide toda verdad, según el pragmático adagio conservador del viejo General. A el se ciñen todos, como un recurso para la supervivencia en el borde del abismo.

La "realidad" así concebida es un mundo que ha sido pensado y dirigido según ciertas reglas políticas adoptadas desde el Imperio. En el ocaso de la década de los ochenta, denominada la "década perdida" por los estertores del neoliberalismo, fue formalizado el llamado Consenso de Washington y ejecutado por la explícita política que desde allí rigió los destinos de América Latina. Sus lemas principales fueron aplicados a los países dependientes: la reducción del gasto público, la apertura financiera y la liberalización de los tipos de interés, la liberalización comercial, privilegios especiales para las inversiones extranjeras respecto a las de origen nacional, la privatización y concesión de empresas públicas, la desregulación de los mercados y la garantía de la propiedad para los detentores del capital.

Se trataba de una adecuación “democrática” a lo que en las décadas de la Guerra Fría se designaba como "Seguridad Nacional", pero que, en definitiva, perseguía el beneficio de los intereses vitales del Imperio. Este paradigma impuesto en la infame década menemista, se consolidó con las reformas estructurales; sin embargo, esto pareció no satisfacer la insaciable demanda imperial, por cuanto, en la segunda mitad de dicha década los objetivos del Consenso pusieron el énfasis en la seguridad jurídica y la lucha contra la corrupción. La seguridad jurídica se ajustaba a la no reversibilidad de los negocios, generalmente oscuros, vinculados a las llamadas inversiones y a las privatizaciones.

Es de destacar que este no era el diagnóstico inicial, según el cual, la falta de certidumbre jurídica en los países de la región se resolvía con tasas de rentabilidad mayores que las que ofrecieran otros mercados.

Por su parte, la lucha contra la corrupción se limitaba a los corruptos, y no a los corruptores. En todos los casos, debía primar la libertad de mercado que redundaba en grandes ganancias para los capitales de los países desarrollados. Esos objetivos del neoliberalismo han producido un desorden inasible que no se limita al ámbito económico, social y político, sino que adquiere ribetes trágicos en el orden simbólico y cultural de los individuos, obstaculizando la posibilidad de modificar el statu quo establecido.

Cuando, desde los movimientos sociales emergentes, los altermundistas , y otros actores de la izquierda vernácula, afirman que el neoliberalismo se derrumbó, la ficción triunfalista invade las miradas miopes y confirman el vaciamiento ideológico y simbólico que ha generado el modelo neoliberal. Más patético aún es cuando en el ámbito nacional estas izquierdas impotentes y derechas torpes terminaron mixturándose en un cuadro variopinto y de fácil transversalidad, en una suerte de cultura del simulacro. Es un universo del "como si", que presta servicio gatopardista a la gobernabilidad. En él, nadie hace lo que dice, y nadie dice lo que hace.

Para desbrozar el espinoso soto bosque de este escenario de una Argentina desvencijada, conviene ir señalando a los actores de la llamada oposición al régimen. Son actores muchas veces solamente virtuales, que suben y bajan de la escena política, según el rating mediático y los intereses coyunturales del establishment que lo controla y utiliza.

IV. LAS FIGURAS DE LA OPOSICION.

La oposición más organizada, homogénea e influyente es hoy la derecha, con todo su capital social, cultural y comunicativo. Aunque el poder económico financiero no está para nada afectado en sus intereses reales, en la búsqueda de acumulación se empeña en desprestigiar y desgastar, no ya al oficialismo, sino a la misma noción de Estado nacional y soberano, que es su verdadero enemigo. Le molestan los dichos, no los hechos del gobierno. Para ello recurre a la suma de todos los argumentos posibles, aun los más contradictorios. La derecha, cuyo democratismo es voluble, puede acusar al gobierno de autoritarismo, quiebre de normas constitucionales, abuso de poder con sus excesivos decretos, falta de autoridad e izquierdismo utópico; todo ello en forma simultánea e indistintamente. Su objetivo obvio es reemplazar al elenco gobernante, antes o después -como sea- del cumplimiento de los plazos electorales. Ese rol lo cumple el conglomerado "Recrear", liderado hoy por Ricardo López Murphy, como antes pudo serlo por el Ingeniero Alsogaray y por otras figuras del elenco estable o renovado del neoliberalismo extremo de la Argentina. Creen que ante la protesta social, la gobernabilidad del sistema no pueda sostenerse sin represión. Pero no quieren otorgarle ese poder al gobierno actual.

Por ahí se desenvuelven también los restos del menemismo leal a su jefe y que no se ha transvestido aun en oportunismo oficialista. También ahí se encuentran muchos caudillos provinciales populistas y conservadores, cualesquiera sea la siglo partidaria o de alianzas tras las cuales han permanecido en sus poderes plutocráticos.

Las otras "oposiciones" formales solo pueden considerase en función del numero de componentes que tengan la múltiples representaciones partidarias o de independientes en la Cámaras del Congreso. Pero su coherencia es frágil, sus ideas son pobres, y sus actitudes tímidas. Los bloques y sub-bloques acomodan su voto de modo contradictorio y sin línea política coherente. No alcanzan a determinar una mínima consistencia para influir en la marcha de los asuntos legislativos. Es lo que mejor se ajusta a las estrategias del régimen, que como nunca antes, administra por decretos de necesidad y urgencia, o por viejas delegaciones legislativas, lo que le permite una holgada flexibilidad oportunista mediante las derogaciones y modificaciones de las normas jurídicas.

En cuanto a los llamados partidos políticos tradicionales no pueden ni quieren superar su endogamia, una cultura primitiva que, si se perpetua, va degenerando en una suerte de ficcionalidad irrelevante.

Finalmente están las oposiciones no formales, del tipo de los movimientos piqueteros, en pugna entre sí, respondiendo a motivaciones clientelares en los que parecen estar implicados kirchneristas y duhaldistas. Lo que aparece es una muestra superficial del escándalo mediático, al cual recurren los insurgentes para trascender, y la derecha opositora para ofrecer una imagen de descontrol y desorden que exigen represión violenta. Implican, aun fallidamente, un signo distorsionado de la representación de las injusticias sociales y de la salvaje marginación de la mayoría de la población. La evolución de los movimientos piqueteros es poco previsible. Dependen mucho más de la situación económica del país y de sus índices de desarrollo social, que de los esquemas ideológicos de algunos de sus cuadros. Pero mientras tanto son la expresión de amenaza anárquica, en la que se agita la "gobernabilidad" y se quiebra la "autoridad".

IV. LA CONTRAFIGURA DE LAS FICCIONES

Es allí, donde se siguen encontrando, cada vez como mayor dramatismo, las falencias estructurales de la Argentina real. Si la macro economía registra alguna recuperación (índices positivos de crecimiento respecto de los altamente negativos desde 1998 en adelante) el futuro en este aspecto se presenta sumamente delicado. Por empezar el producto bruto interno per capita, sigue siendo bajo y preocupante. Las exportaciones de petróleo crudo y de comodities del agro están comprometidas a mediano plazo y resulta preocupante la situación del principal socio y comprador de la Argentina, Brasil.

Los desequilibrios en la marcha de la economía y la histérica política norteamericana, más la compleja situación de los países componentes de la Unión Europea, con gobiernos desprestigiados por los ajustes en el plano de la seguridad social –y que se ha plasmado en la reciente elección parlamentaria de la UE, no permiten mayores alicientes para el despegue de las economías periféricas, si se piensan que de allí vendrán las inversiones. Todos ellos tienen sus propios problemas y sus mismos miedos. Por otra parte el endeudamiento argentino, en la medida que no se cambien radicalmente los paradigmas en que se perpetúa el modelo económico neoliberal, seguirá siendo un pesado lastre.

Si bien los indicadores del desempleo han descendido con rapidez, ello es consecuencia de otra ficción: las encuestas cuentan entre los empleados a quienes reciben subsidios por no serlo. Y todo ello en un marco de creciente precariedad e informalidad, ampliando la peligrosa cornisa de desamparo en el que está sumida más de la mitad de la población. A esto se deben agregar las falencias del Gobierno para incidir en la redistribución de la riqueza, por cuanto la desigualdad sigue siendo el mayor de los problemas argentinos. Entonces la política económica y el asistencialismo que lo socorre, se desenvuelven también en la ficción de las postergaciones, en la latencia de la naturalización de la injusticia y la miseria de la mayoría.

La vida y la acción de la dirigencia gubernamental discurren a los saltos por donde les es permitido. Como las aguas de un río, se desplaza allí donde no aparecen los escollos de un relieve montañoso, y desvía su cauce por múltiples e intranscendentes arroyuelos. En ellos navega la incapacidad y la propia voluntad de los gobernantes, hasta que se atasquen. Mientras tanto, la seudo-oposición democrática alega el cambio pero no lo define, ni siquiera en sus propias y desgastadas figuras personales, cargadas de fracasos y defecciones. Entonces, la acción política se aplica a la reyerta intestina. La República viene exigiendo desde sus viejas y latentes crisis irresolutas, desde su monótona decadencia, corrientes caudalosas y potentes, en un movimiento que tenga firme su proyecto nacional y democrático. Pero como no se hace lo que se debe, que es mucho, se hace lo que se puede, que es muy poco.

INFORME PREPARADO POR EL GRUPO DE ANALISIS POLITICO DE LA FUNDACIÓN ARTURO ILLIA, DIRIGIDO POR OSVALDO ALVAREZ GUERRERO.

CHACO - Seminario 2004

CHACO - Seminario 2004

.

CHACO - Seminario 2004

CHACO - Seminario 2004

.

CHACO - Seminario 2004

CHACO - Seminario 2004

.

CHACO - Seminario 2004

CHACO - Seminario 2004

.

CHACO - Seminario 2004

CHACO - Seminario 2004

.